Ella estaba pelando un melocotón que había sacado del refrigerador. Pensé que lo mejor de los melocotones es ese aroma que inunda la nariz cuando uno clava los incisivos y desgarra el primer bocado.
-Es un aroma que sólo impresiona en el primer instante.
Ella estaba hundida en el sofá con las piernas replegadas.
-Pero ese destello olfativo no tiene precio.
Ella hablaba mientras dejaba deslizar la palma de su mano sobre el jugo de melocotón derramado en sus muslos. Balanceaba una zapatilla en el pie y me quede mirando esas piernas tal vez un poco pesadas, por carnosas. No podía despegar los ojos, y me pareció que por primera vez era capaz de advertir una desconcertante dimensión en aquellas piernas desnudas.
Dije:
-Lo más hermoso es llegar a las venas de la mujer a través de la piel.

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