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¶ Margarita era una mujer que tenía
ojos inocentes. Margarita había visto enfermedades,
había visto granjas enteras devoradas por el fuego,
había visto niñas agonizar en medio de un charco de
sangre entre sus muslos pero, sin embargo, nunca había
visto a un hombre como yo, un hombre que no cantaba ni
bailaba, uno que no fumaba ni tomaba, uno que no hacía
otra cosa que cambiar los canales con su control remoto
y, eventualmente, anotar cosas en un sucio cuaderno
espiralado.
Levantó el negro telón de sus pestañas y me
contempló de pies a cabeza con ojos tremendamente
desnudos. Me fijó con alfiler de su mirada. Era como si
me hubiesen visto por primera vez. Pero sólo un instante
duró el estallido de la emoción. Luego un extraño
rictus le contrajo el lado derecho de la cara, como si
alguien hubiese tirado del nervio con un cordel. Sus ojos
derramaron una luz de inteligencia.
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- ¶
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- Caminé un buen rato mirando al piso hasta que
llegué al viejo puente. Entonces apunté con la
nariz hacia las dos torres de la catedral que se
divisaban al fondo. Una vez más estaba entrando
a la ciudad. Y con paso decidido, como un bien
adiestrado militar, avance hasta la Plaza de
Armas. Allí había acampado una auténtica
multitud. Eran sólo desempleados; estudiantes
que no quería ir a clases; novias perturbadas;
comerciantes minoristas; toda esa gente que ama
las mañanas soleadas. También unos viejos un
tanto retorcidos que formando pequeños grupos
discutían con rutinaria pasión. Jubilados.
Caminé con paso ágil, obligándome
constantemente a esquivar a unos y a otros hasta
que, finalmente, me detuve cerca al Tuturutu.
Frente a mí había una mujer joven con el trazo
de una cuchillada roja por la que, a veces, se
les veían los dientes. Hablaba con un hombre
cuyo rostro se agitaba extrañamente como efecto
de una lengua laboriosa sobre dientes aceitosos.
- Me senté en el borde de la pileta y agaché la
cabeza, mirando hacia el suelo.
- Pensé que todos aquellos eran del tipo de
individuos que un coche bomba destruye
alegremente.
- ¿Cuál era su destino inmediato?
- ¿A dónde irá a parar el mundo?
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- En la ciudad se adquiere una
manera una manera especial de contemplar el mundo
exterior. Una visión enfocada de manera
selectiva. Cuando tienes que abarcar un desierto
o una superficie de hielo con la vista, miras de
una manera distinta. Dejas que los detalles
queden fuera de foco en favor de una visión
general . Una mirada de este tipo observa una
realidad diferente. Si contemplas un rostro de
esta manera, éste empieza a descomponerse en una
serie cambiante de máscaras.
- [Peter Hoeg]
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- ¶
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- Nunca olvidaría aquellos
ojos. Hundidos en la cara trigueña y disgustada
lo miraban escrutadores como si se tratara de un
minúsculo punto en el horizonte, como si
avistaran el primer indicio de un barco en la
lejanía. Pero al mirar a un objeto tan cercano,
esos ojos no tenían por qué ser tan
penetrantes, no tenían por qué enfocar con
tanta precisión. Sin que existieran leguas de
mar entre ellos resultaba realmente antinatural.
- Se preguntó si todos los
ojos que escrutan el horizonte sin descanso eran
así, como esos.
- [Yukio Mishima/El marino que
perdió la gracia del mar]
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¶ Un mago anunció que podía leer la mente. Se
acercó a Pedro y lo miró con sus ojos enmarcados con el
negro de lápiz delineador:
-¿Quiere que mire en el interior de su mente; quiere
le diga lo que está pensando?
-¡Déjeme en paz! -replicó Pedro y, con dedos
nerviosos agarró su copa y tomó un sorbo de vino. Un
momento después se volvió hacia Margarita y declaró:
-No me gusta que alguien lea mi mente.
Margarita intentó formar una sonrisa y comentó,
cansadamente:
-No creo que el pobre mago tenga mucho qué leer.
[Sobre tema de 81/2 de Fellini]
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- Hay una especie de hombres que no ven sólo la
multitud de la que son parte, sino también los
grandes espacios que hay a lado.
- [Pessoa]
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- No me sentía amenazado por su mirada, que
parecía proceder de una esfera de pura
abstracción.
- [ Doctorow/ B. Bathgate]
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- Las miradas son como besos que chupan la
energía. Te aplastan contra la tierra. Las
arrugas que surcan tu rostro han sido grabadas
por la chaveta de las miradas. Por eso la soledad
es una reconfortante ausencia de miradas.
- [M. Kundera/La Inmortalidad]
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- -¿Qué te pasa?
- -Tus ojos me están guiando a un lugar donde me
estrellaré en tus labios húmedos.
- Nana Fine
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¶ Los ojos de Margarita eran diferentes. El ojo
izquierdo era muy suave, casi melancólico. El derecho
era analítico. Uno destilaba calidez mientras que el
otro era rotundo, incluso penetrante. Un ojo era
espiritual, el otro intelectual. Te seducía con un ojo y
te impresionaba con el otro.
[sobre comentario de Michael Caton Jones]
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¶ Levantó el negro telón de sus pestañas y me
contempló de pies a cabeza con ojos tremendamente
desnudos.
[J. Roth]
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- Estaba irreconocible. Sus bellos ojos eran
diminutos y mezquinos pozos y, cuando los
- mirabas te perdías en una insondable nada.
- [ Jean Rys]
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¶ Sus pupilas habían desaparecido en las
profundidades del cerebro dejando únicamente una mirada
de cuarzo, algo parecido a la artificiosa
invulnerabilidad.
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¶ La agarré por el cuello
y la atraje hacia mí; la ancha boca pasiva de ella cayó
derrotada. Pero no cerró los ojos y, cuando finalmente
la aparté, sus ojos brillaban mirando hacia algún lugar
en lo hondo de la oscuridad.
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