Si no fuese porque no debo revelar secretos de mi condena, historia narraría cuyo menor detalle te espantara congelando la sangre de tus venas; hicera de sus órbitas tus ojos cual dos astros saltar; y desrizarse viérase tu peinada cabellera, separandose erguidos tus cabellos cual de iracundo puercoespín las púas; mas tal revelación hacer no debo a oídos encarnados. ¡Oye, oye! [Shakespeare/Hamlet/35] |
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