La masacre de Atlanta

Es jueves por la noche y Tiffany DeFreese, de ocho años, está sola, sentada en la pendiente del césped. Estira una de sus piernas desnudas y toca con la punta de los dedos la banda plástica amarilla que usa la policía para cercar los escenarios de algún crimen. Mira hacia la puerta abierta de la casa de Mychelle Barton. Ahora todos hablan de Mychelle, ahora todos hablan del padre de Mychelle..

Tiffany DeFreese dice que le gustaría que la dejen entrar a la casa. Piensa que tal vez podrían darle algo de Mychelle. Un juguete o algo. Después de todo era su mejor amiga. Mychelle solía llevarla hasta el árbol del fondo y pedirle que se siente a su lado. Luego le hablaba sin parar, acercando sus labios hasta que su aliento inundaba su oreja. Eso cuando estaba triste y necesitaba un poco de ayuda. Hablaba y hablaba y las dos empezaban a reír.

Tiffany DeFreese se lamenta de que ya no va a tener a nadie para que la acompañe a lo de las Girl Scouts. Casi siempre que iban a un bosque cercano ella anunciaba que le dolía el estómago o algo cuando los demás comían hamburguesas hechas sobre una parrilla que estaba siempre allí.

-Es que ella le gustaban los hot-dog, no las hamburguesas -aclara Tiffany DeFreese, y luego explica: A mí sólo me gusta la pizza. ¡Y el helado!

Tiffany DeFreese es una niña pelirroja con unos ojos prácticamente redondos. Muy azules. Mira fijamente a la puerta abierta de la casa y dice que hace poco vio como sacaban un bulto en una camilla.

-Era grande -explica. Seguramente era la mamá.

La madre murió el miércoles. Mark Barton dejó una nota: "Maté a Leigh Ann porque gracias a ella no me quedó otra alternativa que matarme. Pero de todas maneras la amo mucho, mucho".

Los periódicos explican que Leigh Ann Lang fue "apaleada hasta morir" y luego amortajada con una densa toalla con motivos tropicales. El cadáver permaneció escondido en un ropero hasta que llegó la ley.

Tiffany DeFreese sabe que Mychelle, su mejor amiga, murió el jueves por la mañana, pero no sabe los detalles, aunque afirma que Matthew también murió muy temprano.

Mark Barton se acercó a la cama de cada uno de sus hijos, sigilosamente. Luego se justificaría por medio de una nota afirmando que casi no habían sufrido. Que un martillo era una buena manera de matar. Arropó cuidadosamente a la niña con una sábana y le acomodó en los brazos un osito de peluche al que previamente le arrancó la etiqueta. A su hijo Matthew, el mayor, que pronto cumpliría 13 años, le tocó un modelo reciente de Play Station.

Tiffany DeFreese dice que mister Barton no parecía malo. Cree que de repente no es cierto todo eso que dicen.

Pero aquel jueves por la tarde muchas personas vieron a Mark Barton entrando a las oficinas de Atlanta del All-Tech Investment Group, un lugar donde solía hacer transacciones comerciales. Dicen que estaba conversando con alguien y de pronto se interrumpió, sacó un par de pistolas y empezó a disparar. Antes de dirigirse hacia un local contiguo declaró en voz alta: "Espero que esto no arruine su día de trabajo".

En total quedaron nueve muertos y 13 heridos. Durante varias horas la gente permaneció escondida bajo sus escritorios o en lugares pequeños y cerrados. La policía advirtió a todos que nadie tratase de abandonar sus puesto de trabajo porque el pistolero andaba suelto. Y recién ya entrada la noche todos pudieron respirar aliviados cuando un oficial encontró a Mark sentado al frente del volante de su Van, con la cabeza inclinada y el pecho empapado en sangre. Dejo una nota en la que explicaba que no podía irse sin antes ajustar cuentas con todos aquellos que tan ávidamente habían pugnado por su destrucción. Eso escribió, literalmente.

Tiffany DeFreese afirma que muy probablemente va a comprar unas flores para su amiga Mychelle. Dice que desearía que estuviese aquí con ella. Entonces se pone de pie y pregunta:

-¿Está el gato también muerto? ¿Crees que me dejarían quedarme con el gato?

   

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