Marlon
Brando
Bestia
de pura intensidad
Dejando sin consuelo a tres esposas, 15 hijos y unos pocos millones de admiradores, ha abandonado esta tierra uno que en su momento fue considerado un semidiós, que luego fue ridiculizado, que entonces se levantó más alto todavía, y que al final se fue dejando el gran enigma para otros. Por Oswaldo Chanove Apenas cayó muerto Marlon Brando algunas agencias noticiosas revelaron que vivía prácticamente en la indigencia en una habitación con cortinas raídas y muebles lamentables. Pero horas después la televisión mostraba a la policía protegiendo la mansión del actor de las inevitables hordas de fanáticos llorosos. Tal vez había una cortina raída en la mansión. O tal vez era una extraña mansión de una sola habitación. Pero lo que sí resulta claro es que la creatividad de la prensa siempre sacó del quicio a Brando. Algunos dicen que fue el más grande actor americano, que él esgrimió mejor que nadie el famoso Método de Stanislavski. Pero no hay duda que su fortaleza no fue propicia para soportar la presión de ser un miembro principal del Star System, y un día finalmente reveló: “La única razón por la que estoy en Hollywood es porque no tengo el coraje moral para rechazar el dinero”. Incluso dijo que no le gustaba actuar, que era aburrido. Pero entonces hay que reconocer que nunca nadie se aburrió de mejor manera que ese muchacho de Nebraska. Una
cabeza humana viene lenta desde el olvido
Marlon Brando más que un actor fue un monstruo mitológico. Se presentaba en las entrevistas con Larry King como un hipopótamo. Movía su torso de buey consagrado antes de recitar trágicos monólogos. Se deslizaba en las pistas de baile con irónica elegancia, como una rara ave del paraíso. Pero lo que sí no pertenecía al reino de este mundo era esa gran cabeza pagana. Su nariz, cortada con un hacha, centraba perfectamente la gran bóveda de su frente. Sus ojos algo alargados, algo encapotados, parecían diseñados para dirigir miradas ávidas, quizá rapaces. Pero era su mandíbula la clave de sus logros. Su mandíbula daba posibilidad a sus más salvajes arrebatos; le permitía dominar, componer. Era como un trozo de roca. Un pedazo importante del planeta tierra. Pero Brando no fue exactamente Brando. Su verdadera identidad surgió de los papeles que representó a lo largo de su carrera. Porque no buscaba “actuar” sino “ser”. De esa manera trató de proyectar su energía y su neurosis. Fue el líder de una pandilla de motociclistas de casaca de cuero señalando el arribo de una nueva clase de anti héroe (The men, 1950). Fue ese Stanley Kowalsky, miembro de la clase trabajadora, que despliega sin misericordia su atormentada “corporeidad” (tan fuerte, tan ansioso de mostrarse poderoso, aunque desesperado por un poco de ternura) sobre una agónica mariposa de los tiempos de la aristocracia (Un tranvía llamado deseo. Kazan 1951). Fue la clave imperial de la república romana al aparecer en lo alto como Marco Antonio, frente a la multitud, llevando en brazos al Cesar acuchillado, en la película de Mankiewicz de 1953. Fue un boxeador frustrado, peón de la mafia, con un problema de conciencia (On the waterfront, 1954) que, al final, demuestra la urgencia de convertirse en héroe para enfrentar a la traición del orden establecido. Fue un americano exiliado en París que, anegado por el dolor de una existencia devastada, decide despojarse de su identidad, de sus ropas, y busca la chispa primordial copulando en un departamento con una jovencita de grandes pechos y peludo pubis (El último tango en París, 1972). Y también en 1972 fue Vito Corleone, la muy proteica exploración en torno al régimen patriarcal alternativo que lo ubicó para siempre entre los personajes memorables de la historia del cine. Finalmente fue el comandante Kurtz, que hizo un largo viaje hacia la esencia de lo humano y encontró el horror, el corazón de las tinieblas (Apocalipsis now,1979). Entonces a pesar de lo que digan no hizo poco, el sinverguenza. Su talento tuvo la extraordinaria oportunidad de desplegarse en roles que de alguna manera resultaron emblemáticos de la honda confusión de su pueblo.
El Método, tendencia BrandoComo él mismo confesó en 1991, en el sonado juicio a su hijo Christian, su vida no fue precisamente un lecho de rosas. Nacido el 3 de abril de 1924, en Omaha, Nebraska, provenía de una larga línea genética de borrachos. Sus padres y sus dos hermanas fueron alcohólicos, y él siempre se asombró de no haberse nunca ahogado en Jack Daniels, ya que su único exceso en la vida fue un voraz apetito (por pasteles, helados, dólares, mujeres.) En este contexto sus años formativos fueron espinosos, con frecuentes expulsiones por indisciplina y bajas notas en la escuela, pero para su suerte la madre, actriz aficionada, le avivó sus afanes histriónicos. Por lo demás, según sus biógrafos, el joven Brando poseía un talento innato para la mímica, y rápidamente demostró una inaudita habilidad para absorber los tic y maneras distintivas de la gente que lo rodeaba. Esta clara disposición le permitió plantearse profesionalizar sus ambiciones, y apenas alcanzó la edad necesaria, abandonó Illinois y se trasladó a New York, enrolándose en la prestigiosa escuela de Lee Stransberg. A diferencia de otros que tuvieron que luchar largos años para demostrar su valía, Brando alcanzó la cima casi de inmediato. Con sólo 22 años fue consagrado por los críticos como el actor revelación de Broadway por su interpretación en la obra I remember mama. Y luego vendría el notable Elia Kazan para ayudarlo a ganarse el Oscar. Fue todo un ascenso vertiginoso, pero lo que siguió fue también una rápida caída. Todos querían ver a Brando hacer su Hamlet, su Lear, su tío Vanya, pero quedó debiendo, y se sucedieron papeles bastante deleznables. Toda la década del sesenta estuvo virtualmente perdida, pero en los setenta, cuando ya era historia, dio muestra magistral de sus superpoderes y alcanzó el reconocimiento definitivo. Porque a pesar de su fracaso como padre, como esposo, como hombre delgado, fue un triunfo como artista. Principalmente porque logró en su trabajo hacer visible lo invisible. Oponiéndose a la terca tendencia de Hollywood a dividir el universo entre buenos y malos, Brando apostó por representaciones que se atreviesen a vislumbrar el convulso interior de lo humano. Esa fue su grandeza. Imponiéndose primero al espectador con la vanguardia de su impactante presencia, penetraba sus defensas y entonces, en el momento menos esperado, mostraba un destello, sólo un destello, de aquello que puebla el alma humana. Angustia, miedo, lujuria, codicia, todo, todo. Y eso era suficiente para dar lugar a una experiencia trascendental, que, al fin y al cabo, es la ambición de todo gran artista. De esa manera supo mostrar la complejidad de lo humano detrás de la apariencia monolítica de muchos de sus personajes. Dicen sus biógrafos que Brando descubrió demasiado pronto que ser Brando había dejado de ser divertido y que eso malogró su carrera. Pero hasta donde nos alcanza la vista el muchacho de Nebraska supo fracasar con un increíble esplendor. Texas,
julio 2004 Palabras
que no se llevó el viento Bueno,
he cometido muchos crímenes. He matado a muchos hombres y he pecado con
demasiadas mujeres. Pero esos hombres necesitaban morir y esas mujeres
querían pecar. Y yo nunca he sido mucho de argumentar. En
The Appaloosa (1966) ¿Pasas
tiempo con tu familia? Bien. Porque un hombre que no pasa tiempo con su
familia no puede nunca ser un verdadero hombre. en El Padrino (1972) He pasado toda mi vida tratando de ser cuidadoso. Las mujeres y los niños pueden permitirse ser descuidados, pero jamás los hombres. en El Padrino (1972) He visto a un caracol deslizándose en el filo de una navaja. Ese es mi sueño. Esa es mi pesadilla. Avanzar, reptar sobre el filo de una navaja y sobrevivir. En Apocalipsis Now" (1979) Pásame la mantequilla. (El último tango en París. 1972) Palabras al pie del sepulcroPara los amantes del cine Brando fue la única verdadera leyenda que sí fue real. (Bertolucci) El más grande actor de nuestro tiempo. ¿Qué vamos a hacer en este mundo sin Marlon? (Al Pacino) Como actor fue un genio, pero como persona fue un monstruo. (Anna Kashfi, primera esposa) Lo
tenía todo y no se tomaba la vida seriamente. Además era el tipo más
gracioso que he conocido y resultaba una verdadera alegría estar con él.
Buenas noches dulce príncipe. (Terence Stamp)
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