La Vida De Los Vertebrados (¿Qué Tal Si Salimos Todos A Bailar?)

El mundo era muy viejo, amigo mío
cuando tú y yo éramos jóvenes.
Chesterton

Se desprendió de la masa de sombras y avanzó hacia el centro de la pista muy erguida, alerta, como si se dispusiese a lanzar sus dedos nacarados sobre la empuñadura de la espada. Su casaca de cuero negro estaba tachonada de metal cromado. Alzó los brazos.

Entonces empezó todo.

Bailaba como si estuviese combatiendo contra desgreñados y míticos contrincantes.

Era una muchacha de mediana estatura, pero sin duda sabía crecer. Su cabellera teñida había sido hábilmente recortada para terminar en punta como la cola de un animal rabioso. Era joven, y a cada momento encontraba la manera de expresar su disgusto por todo ejercicio violento que no sea el baile o el acto sexual. Su ombligo era visible; era el centro de su cuerpo y se agitaba con movimientos fértiles. Los machos del lugar alzaron la nariz, oteando.

-Esa creo que es inglesa -informó un tablista que en quince días había logrado ser íntimo de todo el mundo. A su lado otro deportista entrecerró los ojos y se mordió el labio inferior. Miró a sus amigos como esperando que corriesen las apuestas antes de, con paso elástico, dar inicio a la incursión.

-¿De dónde eres?

La muchacha lo contempló, midiéndolo, con sus ojos oscuros.

-Si me diesen un dólar por cada persona que me ha preguntado eso, ahora estaría en el Tibet -dijo en inglés.

-¿ Eres de Londres? -replicó el avezado tour conductor.

-No.

-¿De Chicago?

-No.

-¿De Johannesburgo?

-No.

-¿No eres de ningún lugar? -se burló él.

-Soy de una ciudad. Todas las grandes ciudades son iguales.

Alzaba las rodillas. Su torso era por momentos la proa de una nave de competencia cortando cumplidamente las aguas rápidas de un río.

*

A pocos pasos se agitaba un alien. Sin duda era norteamericano, pero de ascendencia danesa o sueca. En su amarillento brazo derecho ostentaba un complicado tatuaje. Los cabellos rubios de su cráneo frágil estaban completamente rapados. Exhibía sin arrepentimiento el pecho plano, usual en los que han mantenido largos años su adicción a la heroína, abrigándose únicamente con un chaleco atravesado de motivos étnicos. Había algo de pavorosamente antinatural en la opaca luminosidad de sus ojos. Bailaba. Bailaba con raros movimientos que intentaban seguir un rito en honor a alguna viscosa espiritualidad.

Alias, que estaba apoyada en una columna, lo miró. Dio unos pasos melodiosos y casualmente coincidió con aquel ser de otro planeta. Pronto ambos tejían una amena conversación incrustada de palabras en inglés. Le explicó que ella era la última de una estirpe de brujas de la amazonía. Incluso le tocó suavemente la mejilla con la palma de su mano. No duró mucho, sin embargo, aquel amor, y Alias se alejó sin dañar en lo más mínimo la alegre expresión de su rostro. El extraterrestre continuó enfrascado en su sueño de una hipodérmica inagotable.

*

En la inmediaciones se encontraban los franceses. Eran un grupo integrado por un varón y una hembra. Por alguna razón todos los que se encontraban en la zona se sintieron de pronto obligados a la humillante condición de espectadores. Y esto pese a que el tipo aquel llevaba inserta en su humanidad una panza redonda, repleta de bifes de chorizo. Pero la muchacha poseía dos cualidades: sobre sus ojos volaban cejas oscuras, densas, y, su sonrisa era plena, radiante. A pesar de que su nariz enrojecida por las inclemencias de los Andes podía calificarse de peligrosamente estudiantil, era preciosa.

-Seguro que es modelo o algo.

Además era alta; de senos para ser acariciados exclusivamente con una mano. Y su compañero parecía ejercer una antinatural influencia hipnótica.

Era un gordo que domiciliaba en un cráneo sólido y ovoide, indicio infalible de cierta bestialidad a la hora de realizar maniobras sensitivas. El sujeto, sin embargo, había dispuesto astutamente sobre su rostro poco afortunado una barba muy negra y, además, fumaba un habano.

-Debe ser productor de cine -soltó el ingenioso de siempre.

Como es previsible aquella pareja no se interesó por la pista. Simplemente se apoderaron de un amplio terreno junto a la barra y conversaron con énfasis o alegría, gastando dinero en bebidas probadas y rápidamente desechadas.

Hay todo tipo de gente en el Enterprise.