Deberes Sagrados Que Cumplir
Aquel mediodía Manuel mordió pausadamente el cuy relleno con yerba buena en la quinta Zárate. Hubiese preferido una chuleta o tal vez un churrasco (gustaba servirse la carne a medio cocer -en ocasiones, incluso, probaba una pizca de carne cruda, muy fresca). Contempló como todos alzaban sus vasos y brindaban por la felicidad de los novios.
-¡Salud! -coreó.
A su costado, una muchacha especulaba sobre el aspecto de los futuros hijos. Junto a la mesa, perfectamente alineados, seis jóvenes vestidos como incas, aporreaban un gran bombo y soplaban al filo de sus zampoñas. Interpretaban un tema muy popular: Ojos azules. Todos atacaban sus platos con vigor. Memo comía con la nariz muy cerca del plato, la boca siempre abierta. Parecía rezar en quechua mientras masticaba.
En cierto momento, luego de un par de horas, cuando el mozo empezó a equilibrar una alta columna de platos grasientos, Manuel aprovechó para ponerse de pie.
-¿A dónde vas? -reclamó alguien.
-¡La desunión! ¡Siempre la desunión!
-Hoy es feriado no laborable -alegó otro.
-Está bien -se rindió Arturo, bonachón-, pero no vayas a faltar más tarde. ¡El que no se emborracha esta noche queda despedido!
Mientras Manuel se alejaba alcanzó a escuchar una voz ebria que no logró identificar.
-Ese imbécil se pasa todos los días metido en su cuartucho. No sé qué hace.