Esplendor y ocaso del vino de coca
por Edgardo RIVERA MARTÍNEZ.

El Comercio, Lima, 1 de diciembre de 1999

Según W. Golden Mortimer, gran estudioso de la coca, las "maravillosas cualidades" de la planta fueron liberadas, como de una redoma encantada, por el toque de un moderno Merlín: Angelo Mariani.

Nacido éste en Córcega en 1838, se inició en la farmacopea y se interesó en las preparaciones tónicas. Y si bien no fue tal vez el primero en concebir la combinación de la coca y el vino, sí fue el primero en llevarla a la práctica. Usó, para el efecto, hojas de diversa procedencia y de calidad y un generoso vino de Burdeos. Logro así, según él mismo escribe, "ese gusto particular y ese aroma delicioso" que lo hizo tan grato a los enfermos y a los más finos gourmets. Es verdad que había, por entonces, muchos vinos medicinales en el mercado, pero el éxito del suyo, lanzado en 1871, fue abrumador, no sólo en Francia, sino también en Inglaterra y en los Estados Unidos.

EL VINO DE COCA MARIANI

Se le atribuía cualidades tónicas y estimulantes, y se lo consideraba un excelente medicamento para las enfermedades del estómago y el aparato respiratorio, el insomnio y la melancolía, la debilidad y el nerviosismo, efectos que se debían, según el corso, a que se trataba de un "tónico difusible" de acción inmediata, "que lejos de localizarse en un solo órgano, en el estómago, se extiende a todo el cuerpo. Conducido por el sistema circulatorio, despierta a su paso las retardadas funciones de todos los órganos." Se podía tomar a cualquier hora del día, antes o después de los alimentos, solo o en forma de coctel. También podía servirse a la hora del té. Pero no más de un vasito dos o tres veces al día.

Fue tal el éxito que pronto Mariani lanzó al mercado otros productos a base de la coca de los Andes. Tenemos así un elixir Mariani a la coca del Perú, pasta Mariani, tintura analgésica de coca e incluso un dentífrico, como el que se exhibió en la Exposición Universal de 1873, a la que asistió Charles Wiener. Productos que le procuraron ganancias cada vez más importantes.

Convertido en hombre acaudalado, Mariani estableció en Neuilly sus laboratorios, así como un jardín -o más bien huerto- con muchos cientos de arbustos de diferentes variedades, con los cuales realizaba nuevos y nuevos experimentos, para perfeccionar su invención. Allí le llegó la bendición especial que le envió el papa León XIII, junto con una medalla de oro.

UN OPÚSCULO SOBRE LA COCA

Entusiasmado, Mariani publicó en 1888 "La coca et ses applications thérapeutiques", en donde estimaba que el estudio científico de los principios de la coca había concluido y que había llegado el momento de establecer, sobre bases positivas, las reglas de un uso razonado de sus diversas preparaciones, antiguas y recientes. Allí también sostenía, prudente, que "gracias a la combinación de esas tres especies de hojas de coca en nuestro vino, [y] cualquiera que sea la dosis en que se tome, no produce jamás cocainismo." El opúsculo fue traducido al inglés, y alcanzó tres ediciones.

LOS ÁLBUMES MARIANI

Pero Angelo Mariani era además amante del arte y de los objetos raros. Y estaba dotado de un admirable sentido publicitario. Se le ocurrió, pues, que podía promocionar sus productos y al mismo tiempo reunir una colección única en el mundo, enviando un suntuoso obsequio de botellas a personas de gran figuración, de todos los campos, para obtener como respuesta una nota de agradecimiento autógrafa, acompañada muchas veces -como resultado quizá de una discreta sugerencia- de un elogio del producto. Así se formaron, poco a poco, los famosos álbumes Mariani

En ellos figuran reyes, papas, príncipes, presidentes, escritores, músicos, magistrados y, sobre todo, eminencias médicas. Se alternan nombres como los del inventor Thomas A. Edison, la actriz Sarah Bernhardt, los músicos Massenet y Gounod, militares como el general Pétain, escritores como Emile Zola, Anatole France y Edmond Rostand. En cada caso hay, en esos álbumes, un esbozo biográfico del personaje y un grabado con su retrato, además de su firma y unas líneas en prosa, o poemas breves, partituras musicales, dibujos, anagramas, todos en loor de la hoja maravillosa. Los álbumes Mariani fueron editados en París por la Librairie Hentu Fleury, de 1894 a 1906, en ediciones exquisitas, codiciadas por bibliotecas y bibliófilos con recursos.

¿Qué decían esas celebridades? Veamos algunos ejemplos. Anatole France escribió: "Es verdad que el vino de coca Mariani es excelente y difunde un fuego sutil por todo el cuerpo". El novelista belga Camille Lemonnier anotó: "Coca Mariani, sangre negra de una viña en que bebo la embriaguez de las metáforas." El poeta Barbier le dedicó un poema, en el que la llama: "Vino de terciopelo, licor de cálida caricia,/ Íntimo amigo que se prodiga en alegre plática, / Néctar de sortilegio, consejero de ternura, / mago que apresta el espíritu del poeta." Y Edmond Rostand, autor, entre otras obras famosas, de "Cyrano de Bergerac", aseguró, en un poema intraducible, que de todos los elixires el mejor era esa rara mezcla de vino y de coca".

MECENAS DEL ARTE Y DE LOS CUENTOS

Pero no se quedó ahí la desbordante personalidad e Mariani. Encargaba también a jóvenes artistas la copia de los dibujos y acuarelas que le enviaban los pintores más famosos, remunerándolos con largueza. Esos motivos fueron reproducidos después en varias series de cartas postales, que se vendía a los coleccionistas a un precio simbólico, pero que hoy son objeto de altas cotizaciones.

La narrativa se sumó pronto a la poesía y a la pintura en esa campaña, que tenía, como vemos, a la vez de publicidad comercial y de apoyo a la cultura. Mariani proyectó así una serie de 14 libros de gran formato y de tiraje limitadísimo, cada uno con un cuento, en el que lógicamente tenía que aparecer, de una u otra forma, el dichoso vino de coca, así como ilustraciones de artistas de renombre.

En uno de esos volúmenes, con un relato de J. Claretie y dibujos de Albert Robida, encontramos que se atribuía las hazañas de Hércules a la coca del Perú, cuya existencia le fue revelada por Quirón, y en cuya búsqueda viajó el héroe hasta nuestras tierras. En otro cuento se habla de una imagen muy venerada en un monasterio, que a primera vista parecía de la Virgen María, pero que en realidad era de ¡Santa Coca!

Imposible no recordar, a la vista de estos relatos, el poema que en el siglo XVII dedicó el inglés A. Cowley a la coca, y en el cual, en una asamblea de todos los dioses del universo, Venus se burló de nuestra planta, pero fue respondida con insuperable elocuencia nada menos que por Pachamama.

ÚLTIMOS AÑOS

El éxito de ventas, así como de prestigio, acompañó a Mariani hasta el fin de sus días, en 1914. Cortés, generoso, no dejó de defender con habilidad y firmeza su vino contra imitadores y falsificadores de toda ralea, a ambos lados del Atlántico. Resistió la competencia de firmas poderosas, como Parke Davis, productora de cocaína no sólo para usos médicos, sino también para cigarros, pomadas, polvos e incluso para una bebida llamada cordial de coca.

En su casa de Neuilly Mariani contemplaría a menudo, reconocido quizá hasta las lágrimas, esa pintura que encargó a Eugéne Courbon, y que representaba a "La diosa alcanza una rama de coca a Europa".

A MODO DE CONCLUSIÓN

Un artículo que apareció en octubre de 1903 en "Le Figaro" firmado por Emile Gautier resume la fama inmensa de que gozó el producto, incluso muchos años después de la desaparición de Mariani: "He aquí un licor exquisito, un cordial a la vez incomparable y un regalo digno de los dioses, algo semejante -¿quién sabe?- al viejo néctar olímpico, cuya receta, extraviada desde hace muchos siglos, habría sido encontrada en los archivos de los incas de la prehistoria por un sabio que es al mismo tiempo un poeta".

Angelo Mariani ocupa, pues, un lugar prominente en la lista de quienes han defendido la hoja con prudencia y conocimiento, como Matienzo, Unanue, el general Miller, Markham, Tschudi o, con hiperbólicos vuelos, Paolo Mantegazza. No se imaginó nunca cómo cambiarían los tiempos y hasta qué punto parecen hoy increíbles, absolutamente increíbles, las alabanzas que en su tiempo se tributaron, a propósito de su vino, a esa planta de nuestras vertientes orientales.

Agradezco a mi amigo Baldomero Cáceres, gran conocedor de la problemática de la coca, el haberme facilitado el acceso a fuentes que me han permitido escribir este artículo.

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