Teoría del chisme La primera ley del chisme es que nunca sabes cuánta gente está hablando a tus espaldas. La segunda ley es que gracias a Dios no puedes darte cuenta del increíble alcance de esa marea de información. La tercera -y la más importante- es que como el chisme se esparce de amigos a simples relacionados y luego a gente que ni te conoce, el asunto crece curiosamente con una calidad gráfica, contundente, en la confusa nube de información. Más allá de los hechos que se les han escapado a todos unas imprecisas, titubeantes, impresiones emergen de la ardiente masa de lo que todo el mundo supone la pura verdad. La imaginación suple las piezas perdidas, y la repetición, el boca a boca, el "teléfono descompuesto", convierte a esas invenciones en hechos inapelables. El chisme alcanza su forma y amplitud sólo en su flujo, en la repetición constante de la historia. Los mejores logros del chisme suelen salir de boca de perfectos extraños para el protagonista del chisme. Eso nos lleva a interrogarnos sobre la intencionalidad, el arrebato, que lleva los chismosos a dar forma a su con frecuentemente maliciosa creatividad sobre acontecimientos de su ambiente social. Otra característica del chisme es su mirada retrospectiva. Un nuevo cachito de información sobre un persona, hasta sí a todas luces parece improbable, impulsa una reinterpretación de la dinámica entre las piezas del rompecabezas. Y si la persona en cuestión no es alguien que nosotros conocemos muy bien, la revalidación es más expeditiva y absoluta. (Bruce McCall, en artículo del New Yorker, july 31, 2000) |
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