Bitácora de vuelo

Este bar es la última oportunidad
para los refugiados que buscan una visa para la salvación.
Este bar es el purgatorio. Un punto intermedio.
en Casablanca

Se cuenta que Arturo soñó una noche con cada detalle del Enterprise. Vasos, botellas, la música.Su padre, que en cierta ocasión fue aclamado por el voto popular para ocupar un escaño en el parlamento, le hizo un legado al caer violentamente de un sudoroso alazán. La reforma agraria lo había librado, algunos años antes, de una hacienda de regular extensión cerca del lago Titicaca y, como es lógico, el buen hombre ya no estaba familiarizado con los equinos. No cabe duda que fue bastante estúpido de su parte pretender impresionar a una pechugona miraflorina en un club hípico de la capital. Y su trágico accidente tomó por sorpresa hasta a los redactores de obituarios, que no exhibieron su habitual elocuencia. Sólo un antiguo jurisperito de la provincia de Huancané hizo uso de la palabra en Los Jardines de la Paz.

-No te has ido. Vives en el corazón de los que te conocimos.

Lo que no sabía nadie era que, en cierto modo, aquel caballero no había tenido tan mala suerte al ser impulsado por un pura sangre. Una semana antes logró concertar una cita en una clínica. Análisis.

[El padre lega al hijo un mentón partido o el amor por la música; la madre, una vocación por las cosas prácticas o una curva en la mejilla. Pero en ésta familia lo que se estaba transmitiendo sin saberlo era cáncer. O más exactamente la forma mutante de un gen cuya herencia virtualmente garantiza la aparición de algún tumor maligno].

Pocos meses después de la tragedia la viuda, inconsolable, vendió la vieja casa de la avenida Salaverry y otras propiedades menores.

Arturo, que con alegre despreocupación estudiaba artes plásticas agarró con dos dedos el trozo de papel, el cheque, las palabras finales de su padre.

-El gran jefe se nos va -saludó Tupi Velázquez, sosteniendo un vaso de tequila. Los altoparlantes del Enterprise rugían como cumplidos reactores.

-Sí. Es hora de cruzar el charco -repuso Arturo, satisfecho.

-Te puedo dar algunas direcciones -ofreció Tupi.

Tupi era de los que conocían cómo es el mundo.