Alacrán (La Vida De Los Vertebrados)

Las alemanas expertas en ecología jamás tocan los pelos de sus axilas. Y estos crecen exuberantes. No mancillan tampoco el lugar con productos químicos.

Todas las noches Heidi, una rubia de ojos azules como el mar o como el cielo, bailaba animadamente en la pista histórica del Enterprise antes de dirigirse a la barra a confraternizar.

-Hola patas -saludaba, intentando mitigar la natural aspereza que le imponía su lengua y acortar así las distancias. Despedía las consonantes como una tormenta y cargaba el acento sobre las sílabas finales.

Y todas las noches el olor acre, valiente, cristiano, salía disparado como una flecha certera. Pero llegó por fin el día en que surgió Tupi Velázquez, el último de los incas, y la atrapó por atrás. Acto seguido Gerardo Villegas, ejecutivo de negocios retirado, le alzó vigorosamente ambos brazos. Entonces Manuel, atormentado cantinero, empapó el lugar infeccioso con gesto extremadamente profesional.

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Heide rió, roja como un tomate. Tupi Velázquez, ágil, contratacó alcanzando a morderle el lóbulo de la oreja.